sábado, 29 de enero de 2011

Nos puede

Es cara la mentira, desengaño de razón,
es esa luz la pena de mis años.
De tanto en tanto siento frío en el corazón,
y allí va tras de ti, mí mano hermano... y allí va tras de ti...

De a poco la manada va dejando el pedestal,
de a poco la alegría se disipa.
El tiempo peregrino y la vida nos ve pasar,
y junto a ti mí herida cicatriza... y junto a ti...

Es que no hubo palabras, ni acuerdos fijados,
no hubo contratos ni pactos firmados...
solo la confianza, tu abrazo del alma,
y la comprensión de que lo que te pasa... me puede pasar también a mí...

Juan - Diciembre de 2010

La actuación terapéutica de Jesús

No hay duda de que Jesús amó, defendió y se dedicó a los más pobres e indefensos de la sociedad. No hay en ello nada original. Otros muchos lo han hecho también antes y después de Jesús. Lo más admirable es que, por encima de ellos, Jesús no amó nada más que a ellos, ni siquiera la religión, la ley o la seguridad de su pueblo. La investigación moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida de la gente, no la religión.

La clave desde la que Jesús vive a Dios y lucha por su reinado entre los humanos no es el pecado, la moral o la ley, sino el sufrimiento generado por la falta de compasión. La gente captó enseguida la diferencia entre Jesús y el Bautista. La misión del Bautista estaba pensada y organizada en función del pecado. Era su preocupación suprema: denunciar los pecados del pueblo, llamar a la penitencia y purificar con el bautismo a quienes acudían al Jordán. El Bautista nunca cura a los enfermos, no toca a los leprosos, lo libera a los endemoniados, no alivia el sufrimiento.

Por el contrario, la primera preocupación de Jesús era el sufrimiento y la marginación que sufrían las gentes más enfermas y deterioradas. Las fuentes no presentan a Jesús caminando por Galilea en busca de pecadores para convertirlos de sus pecados, sino acercándose a enfermos y endemoniados para curarlos de su sufrimiento. Su misión no era tanto "religiosa" o "moral", cuanto una misión "terapéutica" encaminada a aliviar el sufrimiento de quienes se ven agobiados por el mal y excluidos de una vida sana. Es más determinante en la actuación de Jesús suprimir el sufrimiento que denunciar los pecados de la gente. No es que no le preocupe el pecado sino que, para él, el pecado que ofrece mayor resistencia al reino de Dios es precisamente causar sufrimiento o tolerarlo con indiferencia desentendiéndose de él.

Jesús ha puesto en marcha una "religión terapéutica", que no tiene precedentes en las tradiciones religiosas de Israel. Jesús proclamaba a Dios curando. Esto es lo nuevo. Jesús pone en marcha un proceso de sanación tanto individual como social con una intención de fondo: curar, aliviar el sufrimiento, restaurar la vida. El cuarto evangelio pondrá en boca de Jesús una frase que lo dice todo: "Yo he venido para que tengan vida y vida abundante".

No es extraño que, al confiar su misión a sus discípulos, Jesús los imagine no como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como curadores: "Proclamad que el reino de Dios está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis".

La primera tarea de los seguidores de Jesús no es celebrar cultos, elaborar teología, predicar moral, sino curar, liberar del mal, sacar del abatimiento, sanear la sociedad, ayudar a vivir de manera saludable. Ese programa terapéutico es el camino del reino de Dios.

José A. Pagola - La alternativa de Jesús - 2005