DEBATE: EL ARTE Y SU ETICA
A veces, la vida no es bella...
Dos análisis de La vida es bella, la comedia de Roberto Benigni sobre el Holocausto.
NORMA MORANDINI. Periodista. Para Clarín: Domingo 28 de Febrero de 1999.
El salió vivo de Auschwitz. Sin embargo, Jack Fuchs no se considera un sobreviviente. Sí un resucitado. No el que superó el miedo y el dolor sino el que volvió de la muerte; la de sus padres, sus hermanos, los seis integrantes de su familia asesinados en el campo y la suya propia: En verdad, morí en 1944 en Auschwitz, recuerda hoy. Y esa diferencia entre la vida apreciada como un don sagrado y el simple transcurrir reducido a instintos, está en la base del debate que nos ocupa. Pero antes escuchemos el testimonio de ese hombre que debió debió callar durante cuarenta años para vivir como un hombre normal, dividido entre el que podía sentir placer, preocuparse por nimiedades y el que revivía la caminata sobre las fosas de sus padres y sus amigos como si le hubieran sucedido a otra persona.
A diferencia del personaje de la película de Begnini, Fuchs por no seguir a su padre, como mi madre siguió a mis hermanos, fue el único que sobrevivió. Y cincuenta años después desoyó los consejos de la hija psicoanalista y fue a ver La vida es bella.
Cuando apareció en la televisión, indagado sobre los méritos de la película, me entristeció su tristeza. Vi en su cara de anciano al niño que mataron porque le arrancaron la inocencia a la edad en que los padres cuentan fábulas a sus hijos.
Como al pasar, dijo que la película le había gustado, contó que el amigo que lo acompañó al cine se levantó en medio de la proyección, habló del miedo que las personas tienen de mirar y nombrar el horror. Y casi con lágrimas, como aquel niño que fue, balbuceó: Mi madre me mintió la vida no es bella.
A la hora del debate, preocupados más por los méritos de la película, pareció ausente la hondura de esa conclusión. Con su familia destrozada, despojado de amor y humanidad, él era la prueba misma de que su vida y la de todos los que sufrieron los campos de exterminio, los trabajos forzados o los vuelos de la muerte, no es bella. Por eso, temo reproducir aquí esa paradoja: los que no padecimos el infierno podemos exaltarnos y repetir como en una propaganda, acorde a los tiempos festivos de felicidad embalada con papel colorido en los centros comerciales: La vida es bella, sin ver que en este siglo los hombres fueron capaces de alimentar los hornos con el sufrimiento humano o arrojar al Río de la Plata a nuestros hermanos. Nuestra tragedia cercana, al alcance del tiempo y los seres que nos muestran su dolor.
Por eso es saludable que los argentinos nos preguntemos si se puede encontrar poesía o belleza, inherente a la obra de arte, en los vuelos de la muerte, los cadáveres en el fondo del mar. ¿Es posible una expresión colectiva artística en un país que ni siquiera se reconoció en el mismo dolor, que no tuvo exequias colectivas? Yo creo que no, por pudor, porque la muerte más que la vida, en todas las culturas tiene sus ritos de inhumación. Y esto nada tiene que ver con la libertad creativa y los artistas, cuya genio se mide precisamente por su capacidad de convertir en símbolos o metáforas los grandes temas de la existencia. Nunca la grosería de una simulación. Entre nosotros, el debate sobre La vida es bella está teñido por la cercanía de nuestra tragedia colectiva, esa versión criolla de los campos de exterminio nazis. Con todo, la película y la sarcástica frase de su nombre es una alegoría de la sociedad moderna que nos torna niños celosos peléandonos por las cosas, anestesiados por la ignorancia; las falsas ilusiones y la felicidad a plazos. La mentira disfrazada de amor para proteger la inocencia, confundiendo la felicidad que se paga con la plenitud, ese sentimiento profundo, fugaz que surge de agradecer la vida, con lucidez y solidaridad.
La vida sólo puede ser bella si antes perdemos la ignorancia, sabemos, sentimos y somos capaces de compadecernos con aquellos que nos recuerdan que la vida no puede ser bella con tanta desdicha a nuestro alrededor.
¿Es o no es bella?